lunes, 6 de febrero de 2017

Dormir... (si te dejan)



Aunque con el espíritu de capa caída, los españoles seguimos dándole a la zambomba todos los fines de semana. Ya saben... Como diría la canción (A trompicones, ¡Ea! esta página va de LIJ...) “Salir, beber, el rollo de siempre... hablar con la gente, llegar a la cama y...” ¡Joder! ¡Qué resaca! ¡A los quince no me duraban tanto! Y lo peor de todo (o mejor, según se mire) es que nos da igual. Ahí seguimos, escuchando pachanga infernal y alternando con todo tipo de seres nocturnos. Cincuentones, treintañeros e imberbes nos colgamos lo mejor del ropero y nos lanzamos a las calles. Así pasa, que leer, leen unos pocos.


Restaurantes, taperías, coctelerías, la casa de un buen amigo o los parques, son los sitios ideales para empezar la jarana (¿Por qué no pondrán copas en bibliotecas y librerías?). Ahí es donde, a costa de chascarrillos, uno se anima. Se descorchan un par de botellas de vino (otros prefieren las litronas de cerveza), se aviva el fuego (interno, que tampoco hace tanto frío), nos envalentonamos, un poco de música... ¡y la fiesta está servida!


Otros, en vez de alcanzar el éxtasis, poco a poco se van desinflando. Empiezan los bostezos, las ganas de dejarse caer sobre el somier y acabar hundido entre los pliegues del edredón. Algo que también, perdonen la intromisión, también es necesario.... Es cierto que la noche, tiene algo mágico. Que la oscuridad ayuda al misterio, al espejismo, a lo bizarro y lo extraño (¿Tendrá esto un germen infantil?), pero les confieso que el fin de semana que ya ha pasado, estaba como un despojo humano, cansado y bien liado. Perdoné el beso por el coscorrón y me dediqué a dormir.


Tomen buena nota de lo que Chris Haughton viene a decirnos con su Buenas noches a todos (editorial Milrazones). Que cuando sale la luna y el sol se esconde, no hay mejor manera de decirle adiós al día con un buen pestañazo. Si te dejan ¡claro! Porque aquí viene la otra cara de la moneda, el quiero y no me dejan. Una realidad que voy a ejemplificar con ¡Vale, buenas noches!, un álbum escrito por Jory John e ilustrado por Benji Davies (editorial Andana)


Y es que, cuando en el silencio de la noche te sobresaltan los llantos infantiles, el martilleo de los tacones (¡Malditos suelos de madera!) o las riñas entre conyuges borrachos, una de dos: o te resignas e intentas volver a conciliar el sueño, o sacas la escopeta de lo alto del armario y te lías a tiros... ¡Ejem! ¡Bueno...! ¡No me miren así! Tienen razón, quizá lo mejor sea emperifollarse e irse de bares, que al fin y al cabo, es lo que toca.



1 comentario:

Antonia dijo...

Me encantan los libros / cuentos específicos para dormir.

Me parece interesante esta nueva relación de los diez mejores libros infantiles para que los niños se duerman según el Diario El Mundo (14-1-2017). Excelente para padres, maestros, pedagogos, psicólogos, etc.
Enlace (copiar y pegar en el navegador):
http://www.elmundo.es/sapos-y-princesas/2017/01/14/587a8e98ca474190638b4592.html