lunes, 16 de diciembre de 2013

De recuerdos...


Los recuerdos, el mejor de los alimentos en la dieta del ser humano, son los únicos capaces de transformarnos instantáneamente en los otros que éramos, haciéndonos olvidar las penas del presente y anhelar la dicha del pasado. ¿Quién no guarda en el cajón de la memoria los hechos de otros tiempos…?
Todos creemos haber olvidado la niñez en aras de una madurez que hoy poco nos sonríe mientras la realidad cae como un crudo peso sobre nuestros hombros, pero debemos hacer un intento por recuperar esos momentos que se han quedado en la recámara para constatar, día tras día, que los niños que fuimos quedan ahí.
Mis recuerdos están hechos de bolas de anís, de fritillas caseras, de susos de crema, de carreras por el parque, de paseos en bicicleta, de melón atragantado, de riñas con mis primos, del olor grave de la matanza, de funciones teatrales, de ramos de flores silvestres, de romper el hielo del invierno, de papel y lápiz, e incluso, de Robinson Crusoe.
Seguro que los suyos están fabricados de sopa y chocolate, con la algarabía de los patios de colegio, de trompos, canicas y cromos, y hasta de cicatrices. Unas materias primas que, de golpe y porrazo, prenden en nuestra mente, crecen y van hinchándose hasta llenarnos de gozo…, para irse en un soplo. Puede que sean momentos efímeros, pero la mayoría de las veces, muy hermosos… No sé porqué nuestro cerebro olvida con facilidad aquello inservible y fútil, lo doloroso y triste, para, en cambio, recuperar lo bello y alegre.



Se avecinan fechas que a muchos se les antojan melancólicas y vacías de todo júbilo. A todos ellos les recomiendo un bonito ejercicio: rebusquen en los armarios, la cocina o el salón, recopilen objetos que les inspiren felices momentos, métanlos en una caja de zapatos y, cuando llegue la desazón, hurguen en ella y sigan viviendo el presente con la ayuda del ayer.
 Sigan el ejemplo del protagonista de El diario de las cajas de fósforos, una exquisitez de Paul Fleischman (al texto) y Bagram Ibatoulline (¡Qué ilustraciones!... realistas, evocadoras, ¡fantásticas!... como las de El prodigioso viaje de Edward Tulane-Editorial Noguer-), que, mirando de soslayo al Emigrantes de Shaun Tan, mezcla parte de la historia reciente, con la mirada infantil y el deseo de la escritura en un exquisito viaje a través de los objetos que se guardan en una vieja caja de puros.

No lo duden: escarben en lo más profundo de su corazón y hallen algo que les esboce una sonrisa y, como una flor, préndanla en su pelo para lucirla estos días.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bonita la entrada!!
Solo un apunte: ya se editó hace años en español el libro de Kate DiCamillo, "El prodigioso viaje de Edward Tulane", la editorial Noguer. Lo digo porque yo lo tengo!!! :) Y es una maravilla!

http://www.planetalector.com/el-prodigioso-viaje-de-edward-tulane

Román Belmonte dijo...

¡Ups! Ya me extrañaba... Me lo encontré por tierras anglosajonas pero no por estos lares... ¡Gracias por el apunte! ¡Cambio la información!