miércoles, 6 de febrero de 2013

Huelgas con sabor a des-unión



Hoy, tal como ayer, nos encontramos ante las mal bautizadas jornadas de lucha (creo que a este país todavía no ha llegado “la primavera árabe”… pero bueno, siempre hay algún nostálgico que se acuerda del franquismo) en la Educación, sobre todo secundaria, siendo muchas las opiniones que se agolpan en los pasillos, las salas de estar y, sobre todo, en mi cabeza.
Todos hemos sido estudiantes (o al menos lo hemos intentado, unos haciendo novillos, otros ligoteando con la guapa intelectual de turno, y, los menos, buscando un futuro universitario –por cierto, bastante desangelado, todo hay que decirlo…-), y nos ha encantado eso de buscar excusas para disfrutar del sol invernal y restregarnos en el asfalto, o sobre cualquier rincón lleno de grama…, con cierta moderación… Lo de tres días consecutivos de huelga estudiantil me parece el clímax de la sinrazón, no para cafeterías y otros lugares recreativos (los mejor parados estos días), sino para la imagen que da la familia educativa en momentos tan críticos como los actuales.
Poco se habló en el último programa de “Salvados” (La Sexta TV), dedicado a la comparativa entre el sistema educativo finlandés y el español, de las características climáticas que afectan a unos y otros, así como de la idiosincrasia y acervo cultural que aúpan o degradan una y otra, tan extremista como puede ser la coreana, la canadiense o la japonesa, todas ellas grandes potencias educativas y sin mucha inversión…
Siempre he creído en la escuela (soy de los que encontraban mucho atractivo a esa vida agitada de griterío, tramas amorosas, pasillos atestados, travesuras y prohibiciones, apuntes olvidados, trabajos en grupo y otros sinsabores de la adolescencia), pero también creo que la Educación no es una labor unilateral en la que el Estado y sus trabajadores sean los últimos responsables de esta, sino que estudiantes y familias tienen también parte de responsabilidad (33% unos y 33% otros) en poder exhibir ante el mundo y las agencias calificadoras de la prima de riesgo, que España, fuera de cretinismo, corrupción y siesta, es capaz de formar no sólo a aquellos que emigran buscando una realidad mejor, sino a aquellos que se quedan para luchar por un país que Alemania, Italia, Francia, EE. UU. o China, entre otras, intentan convertir en su club de putas particular.
Concluyendo: no hay mejor lucha ni mejor ejemplo, que el de marcarse un objetivo, hacer frente común y llevarlo a cabo hasta el final, hasta llegar al cielo, llámese éste “futuro” o “autobús”, ese que niños, padres, abuelos y vecinos convierten en el paraíso que muchos disfrutan en Un autobús caído del cielo del australiano Bob Graham (ganador de la Medalla Kate Greenaway en 2002) y editado en nuestro país por Flamboyant (2012).

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