miércoles, 12 de agosto de 2009

¿Todos iguales...?


Hay algo en el ser humano que no logro descifrar. Casi contradictorio. A menudo pienso en lo extremo de nuestra especie, capaz de virar el rumbo de sus hechos en el instante en el que una mariposa mueve sus alas… ¿Serán alucinaciones absurdas? Quizá sea así, quizá no…
Con frecuencia se afirma que todo ser humano expuesto a riesgos extremos desarrolla recursos desconocidos hasta el momento para él, véanse como ejemplo el asesinato de un vástago, la pérdida del hogar o una enfermedad para la que no existe cura, situaciones todas ellas nada deseables. Probablemente sea esta cualidad y no otra la que nos une a todos en descuidada armonía, lejos de rasgos físicos, formas de subsistencia o éste o aquel modelo de teléfono móvil. Si hay algo que nos hace iguales es nuestra respuesta ante lo inesperado.
Con completa seguridad a muchos disguste esta reflexión, sobre todo a aquellos que pretenden una sólida unión sin peros ni prejuicios, pero les recuerdo, no sin tristeza –lo cortés no quita lo valiente- que es la violenta lucha por la existencia –propia y genética- (no vean en estas afirmaciones atisbo alguno de eugenesia), lo que desata nuestra primaria naturaleza, la que nos hace hombres.
Y esperando que la maravillosa vida derrumbe estos pensamientos, les dejo con un título que ha sido muy señalado en los espacios dedicados a la LIJ, Los de arriba y los de abajo (editorial Kalandraka), una declaración de principios por parte de Paloma Valdivia, que, con gran sencillez y alguna que otra simbología, traza una perspectiva algo parecida a la que yo he expuesto, eso sí, más optimista y más pedagógica. Y es que todos somos iguales vengamos de arriba, vengamos de abajo… ¿o no?
Hoy sin banda sonora original.

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