lunes, 11 de mayo de 2009

Niños que no son niños




Lo admito. Soy demasiado irreverente. La mayoría de las veces es un verdadero lastre, pero otras, abandonando mi lado pecador (¿acaso tengo de eso?), me percato de que es una suerte no ser un borrego más, como el resto, y que fabricar un poco de esa medicina de la que tanto alardean la mayor parte de los personajes de la literatura infantil es un buen remedio para el aburrimiento y el ánima.


Quizá sea como la mayor parte de los niños… Descarado, sinvergüenza, payaso, crédulo, ambiguo, pesado, dicharachero, sobreactuado, mentiroso, risueño, desaliñado, astuto, malhablado, distraído, pícaro, expresivo, llorón, etc. Sí, ese soy yo aunque a veces me dé por escribir sobre cosas serias y parezca que soy un adulto más (realmente, ese es mi secreto: parecerlo).


De todos modos, y siguiendo con la retahíla de cualidades del perfecto niño, es frecuente toparse con niños un tanto especiales y que se alejan del anterior canon: niños que no lloran, que no se ponen de barro hasta los ojos, que no discuten, que no se traban pronunciando palabras tan insidiosas como “caleidoscopio” o “paralelepípedo”, niños y niñas más limpios que una patena, que hagan los deberes, hablen tres idiomas o toquen el piano y cuatro instrumentos más. ¿Serán niños o monstruos?


Sobre este asunto tendríamos que preguntarle a mi querida Christine Nöstlinger y a su Konrad o el niño que salió de una lata de conservas, un clásico de la LIJ -no me cabe duda de que este fue el título que le valió a la autora alemana el premio H. C. Andersen (1984) y si no fue así lo siento profundamente-. Esta novelita, aunque fácilmente legible, analiza con un subrayado sentido del humor lo paradójico de la realidad infantil y los deseos del adulto. El comportamiento impecable de un niño se convierte en el argumento de una crítica a la infancia perdida por la rigidez a la que se ven sometidos los niños.
Más que una sugerencia, debería ser una orden leer este exitoso título cuyo personaje reseñable no es Konrad, sino la señora Bartolotti, un buen ejemplo de lo que nunca ha de ser un adulto. Tomen nota.


2 comentarios:

Evaristo dijo...

Desde hace tres años, Konrad es libro imprescindible de nuestros clubes de lectura de 1º de secundaria.
La señora Bartolotti siempre le quita el protagonismo a Konrad cuando comentamos el libro. Su forma de vestir, su alimentación, ... en definitiva, su papel tan aljado del prototipo de madre y adulta, siempre cautiva a los lectores.
En la última reunión, vemos una adaptación de la novela que realizó la televisión alemana.

beizabel dijo...

Otro de los volúmenes de la biblioteca encantada de mi colegio, vuelves a acertar.