viernes, 30 de enero de 2009

Pintando niños


Los mayores, en nuestro afán de superioridad, solemos mostrar cierto desdén en lo que respecta a las actitudes infantiles y si nos dejan, incluso con cierta sorna y socarronería, nos burlamos de las ocurrencias de los infantes. Ejemplo de estas conductas un tanto deleznables los tenemos a patadas en el mundo del celuloide, muy dado a tomar como personajes a niños, o en ciertos programas televisivos donde las entrevistas a chiquillos con cierto desparpajo suscitan numerosas carcajadas. En fin, monos de feria… Así que hoy, como tributo a todos las personas que cuentan entre tres y once años, van estos versos de Gloria Fuertes. Feliz fin de semana.

Para dibujar un niño
hay que hacerlo con cariño.

Pintarle mucho flequillo,
-que esté comiendo un barquillo-;
muchas pecas en la cara
que se note que es un pillo;
-pillo rima con flequillo
y quiere decir travieso-.
Continuemos el dibujo:
redonda cara de queso.

Como es un niño de moda,
bebe jarabe con soda.
Lleva pantalón vaquero
con un hermoso agujero;
camiseta americana
y una gorrita de pana.
Las botas de futbolista
-porque chutando es artista-.

Se ríe continuamente,
porque es muy inteligente.

Debajo del brazo un cuento
por eso está tan contento.

Para dibujar un niño
hay que hacerlo con cariño.

Gloria Fuertes.
Cómo se dibuja un niño.
En: La Oca loca.
1978. Madrid: Escuela Española

jueves, 29 de enero de 2009

Remolinos...


Es extraño que todavía conserve sobre mi, cada vez más despoblada frente, el remolino que me ha caracterizado desde la infancia. Ese tornado de rubio pelo giraba y giraba en torno a un eje imaginario que se había situado sobre mi cabeza, así que, como supondrán ustedes, el peine fue mi gran enemigo durante los primeros años por lo que decidí dejarlo a un lado y que, de paso, me dejará vivir con tranquilidad cada mañana, luciendo así un estupendo y tieso flequillo. Lástima que esa seña de identidad me vaya abandonando de manera paulatina… ¡así es la alopecia! De todos modos, compungirse no sirve de nada, así que, mientras pueda, lo luciré muy orgulloso, porque, créanme, si hay algo literario en mí, eso es mi remolino y sus avatares, porque… ¿en qué personaje literario pensaría usted si le menciono las palabras “remolino” y “flequillo”? Exacto, en Tintín.
En primera instancia, les susurro (hay pudor en estas palabras) que nunca he sido gran seguidor de las proezas de Tintín…, siempre hay preferencias y un servidor se decantaba por otras historietas. Aún así, hoy día, más crecidito y con otras motivaciones, leo de vez en cuando alguno de sus álbumes, disfrutando de ello abiertamente aunque. Hace ya tiempo que el padre de Las aventuras de Tintín (y Milú en la versión francesa), Hergé (pseudónimo de George Remi), murió -1983-, lo que no es un impedimento para que su obra siga difundiéndose en tantísimas lenguas de todo el planeta, cuestión que se debe a lo original y cosmopolita de sus obras (Tintín es un auténtico trotamundos, faceta que comparte con muchos protagonistas del cómic). Por todos son conocidos el resto de personajes que acompañan a Tintín en sus aventuras: el capitán Haddock, Hernández y Fernández, el profesor Tornasol o la diva Castafiore, sin olvidar al fiel Milú (en numerosas ocasiones he pensado que más que con un cómic, cualquier álbum de Hergé podría compararse con una novela coral), acompañan a este joven un tanto intrépido, amigo de lo justo y lo difícil, en sus hazañas por los lugares más insólitos (Perú, Egipto o Rusia, pasando por lugares imaginarios como Syldavia o San Theodoros). Porque recuerden que la vida es eso: disfrutar de un remolino.

miércoles, 28 de enero de 2009

Genética y literatura


Antes de empezar a temblar, se lo suplico, lean con dilatada calma las ideas que aquí recojo y, si es menester, echen mano de algún diccionario científico (que también los hay).
A modo de prefacio y pequeña disculpa les diré que, la madre natura, no contenta con dotarme de ciertos toques peculiares, sembró en el mismo socavón la inquietud por las áreas científicas y las lingüísticas, y aquí me tienen, un biólogo dando lecciones literarias, cuestión que se convierte en dos problemas para usted, querido lector. El primero está referido a la tendencia que presento para relacionar ambas disciplinas, la científica y la humanística, lo que se convierte en perjuicio para los lectores que desconocen ciertos términos de alguna de ellas. Y lo segundo es que también supone un agravio para su paciencia. Siento enormemente tamaña situación pero, antes de disculparme, apelo a su pasión por los libros para que sigan leyéndome en este trozo de la red. Así que, mil perdones.
Desde que leí Secreto de familia, de la estupenda Isol, decidí establecer una tregua entre la ciencia genética y mi persona. Esta animadversión nació unos años atrás, cuando cierto catedrático endiosado nos adoctrinaba (formar es otra cosa) sobre esta parcela del conocimiento, la relativa a genes, alelos, epistasias y mutaciones. Si añadimos que la genética no es nada sin la estadística, las probabilidades y otros engendros matemáticos, no es de extrañar que se abriera una profunda brecha entre este saber y el aquí escribiente. Separados durante un tiempo, fue un libro, el ya citado album-ilustrado, el que nos reunió, descubriendo así lo curioso de la ley de Hardy-Weinberg, lo bonito de la hipótesis de “un gen-un enzima” o la utilidad de los operones. Y es que la historia de una niña puercoespín acogida por una familia de osos tiene mucho fundamento, gracia y salero. Así que, ya saben, no desesperen si un día descubren que no son más que los hijos de sus padres.

martes, 27 de enero de 2009

Lecciones de lógica


Con los años, uno se va percatando del tiempo que ha perdido, de las cosas que no hizo y que hoy le hubiera gustado hacer, de los labios que no besó por vete-tú-a-saber o de lo que no aprendió.
Respecto al último punto he de decirles que hay muchas cosas que me hubiera gustado aprender. Por dar un ejemplo, les diré que me hubiese gustado conocer las bases de la lógica, uno de los cimientos del razonamiento, pero como todo en esta azarosa vida, mi formación filosófica (área en la que se imparten estos contenidos) se basó en otro tipo de preceptos menos deseados, fundamentalmente en los escogidos por el profesor de turno, y así me quedé, sin lógica alguna –aunque parezca lo contrario-. Y como a cualquier frustrado/a e ignorante que conoce en otra persona lo que él/ella anhela, la envidia me corroe. Envidio a las mentes preclaras, de fácil razonamiento y pensamiento lógico. ¡Qué lata esto de ser un manta!
El ejemplo literario más pasmoso de la lógica bien usada es, siento admitirlo, la figura de Sherlock Holmes (les advierto que, aunque los razonamientos de Holmes son el eje, el personaje de Watson no desmerece lo más mínimo, les confieso que es mi favorito -Cuestión al aire: ¿No advierten cierto paralelismo entre esta pareja y el tándem formado por Don Quijote y Sancho Panza?-). El personaje que dio la fama a Sir (me he permitido destacar el título nobiliario para que algunos se empapen de que si los ingleses siguen dando el callo es por acciones como esta… a ver cuando nuestro monarca se decide a condecorar más abiertamente a literatos, científicos o ingenieros que tanto han hecho por nuestro país, en vez de a tanto político asqueroso, que ya está bien la broma…) Arthur Conan Doyle me ha encandilado la última semana. El sabueso de los Baskerville engancha, desde la primera palabra hasta la última, tanto, que me leí el texto integro en poco más de una hora y media. Me parece estupenda la variedad de estilos que recoge (epistolar, narrativo, coloquial), además de una buena excusa para que los chavales se aficionen a la novela detectivesca, que no exenta de acción, propicia el ejercicio de la razón. Así que hago un llamamiento a todos los maestros y profesores que siguen este lugar donde habitan los monstruos, para que ensalcen títulos como este, que nunca vienen mal a las mentes efervescentes de nuestros adolescentes.
En efecto, querido Watson.

lunes, 26 de enero de 2009

Avanzadilla primaveral

Para poder actualizar este espacio suelo urdir alguna que otra artimaña y robarle así unos minutos al paso del tiempo, por ello, si entre col y col plantamos una lechuga, entre títere y títere, un servidor redacta las noticias que pueblan este blog. Si a esta escasez de tiempo agregamos la crisis de fluidez literaria que padezco, les recomiendo que no esperen demasiado de este breve intento ensayístico (será mejor para la omnipresente sensación de decepción que asola nuestros corazones humanos). Esto de escribir, como todo, tiene su aquel, así que, sin más, discúlpenme. Y empezamos:
En la tarde de ayer, envuelto por el viento que recorre la pampa manchega y la ligera tibieza del sol, olía a primavera. Así es la memoria olfativa…: regresando viejos papeles, antiguas imágenes, que no contenta con devolverme el frescor primaveral, también trae a mí los perfumes de las últimas tardes de agosto, esas en las que ya huele a feria, a todas las ferias de la infancia…
La primavera lo inunda todo, desde los paseos, hasta los rincones más chiquitos, llenando los columpios, los colegios y hasta las bibliotecas. Así que, gracias a estas experiencias sensoriales, la recomendación (cómo no) de este lunes tranquilo huele a primavera (por lo menos para mí), pese a la cursilería que entrañan sus páginas.
Adivina cuánto te quiero, obra cumbre de Sam McBratney y Anita Jeram es el álbum ilustrado preferido por todas las madres (a veces también padres) de este país y parte del extranjero, o al menos eso es lo que afirman muchos libreros. La historia de estas dos liebres, la grande y la chica, enzarzadas en una discusión de considerable tamaño afectivo, además de haberse convertido en un excelente ejemplo de la afectividad paterno/materno-filial, sucede en una tarde primaveral de la campiña inglesa (imagino, que para eso tengo una protuberancia llamada “cabeza” entre ambos hombros), donde puede nacer cualquier cosa, desde el verdín hasta los sentimientos más puros.

viernes, 23 de enero de 2009

Seres nocturnos


Es sorprendente que tratándose este de un espacio dedicado a la Literatura Infantil, todavía no haya invertido unas palabras en unos personajes muy presentes (quizá se abuse de ellos en exceso…) en todo este tipo de literatura: las brujas. Estos seres de sexo femenino que surcan los cielos sobre escobas y cuyas intenciones son generalmente indeseables, han llenado cientos de páginas de libros dirigidos a todas las edades. Si bien es cierto que son personajes muy popularizados en los libros para niños (probablemente esta inclinación se deba a su notable presencia en todos los cuentos de hadas, desde aquí hasta Sudáfrica y desde Ushuaia hasta el estrecho de Bering), también los encontramos en muchas obras clásicas. Así que hoy, para honrar a estos seres de la oscuridad y rendirle un tributo a William Shakespeare (creo que es la primera vez que hablo de él aquí, cuestión imperdonable…), les dejo con un conjuro en verso, exquisito para cualquier edad.

Giremos en torno de la ancha caldera,
y cuaje los filtros de la roja lumbrera.
Oculto alacrán que en las peñas sombrías
sudaste veneno por treinta y un días,
sé tú quien se cueza de todos primero
al fuego del bodrio que dora el caldero.

¡No cese, no cese el trabajo, aunque pese!
¡Que hierva el caldero y la mezcla se espese!

Echemos el lomo de astuta culebra;
su unión con el caldo el infierno celebra;
garguero de buitre y de vil renacuajo;
alas de murciélago, pies de escarabajo,
ojos de lagarto, lengua de mastín,
plumas de lechuza y piel de puercoespín.
Así nuestro hechizo, y al hado le pese,
desgracias y horrores igual contrapese.

¡No cese, no cese el trabajo, aunque pese!
¡Que hierva el caldero y la mezcla se espese!

Colmillos de lobo, fauces de dragón,
humores de momia, hiel de tiburón,
sacrílegas manos de infame judío,
infectas entrañas de macho cabrío,
raíz de cicuta de noche cogida
-que en la extraña mezcla será bienvenida-;
abeto tronchado con luna eclipsada;
de tártaro labios; de turco, quijada;
los dedos de un niño ahogado al nacer
y echado en un pozo por mala mujer.
Con todo esto el caldo comience a cocer.
Y para pujanza del filtro hechicero,
añádanse tripas de tigre al caldero.

¡No cese, no cese el trabajo, aunque pese!
¡Que hierva el caldero y la mezcla se espese!

Con sangre de mono enfriará el caldo impuro;
lanzadla en el bodrio y acabó el conjuro.

William Shakesperare (Adaptación).
Acto IV. Escena Primera.
La tragedia de Mácbeth.
1967. Espasa-Calpe: Madrid.

jueves, 22 de enero de 2009

Antihéroes


Hace cosa de un mes, ante el inminente estreno de la versión cinematográfica de Watchmen, uno de los cómic de culto de entre los muchos que conforman el mundo de la viñeta, decidí leerlo. Lo cierto es que acabé muy satisfecho (mi espalda no puede decir lo mismo, ya que la obra en cuestión, pesa lo suyo).
La excelente creación de Alan Moore y Dave Gibbons, considerada como una de las mejores novelas gráficas del siglo XX, posee una fuerza especial que no sólo se reduce a la trama, sino a la caracterización de los personajes, verdaderos soportes de la historia. El argumento, cuya complejidad implica su omisión en este espacio (les recomiendo que antes de buscar cierta información, sucumban a su lectura), parte de la sentencia “¿Quién vigila a los vigilantes?” –Quis custodiet ipsos custodes?-, atribuida a Decimo Junio Juvenal.
Aunque no procede destriparla, la obra cuenta con ciertas bazas que se hace necesario comentar, véase por ejemplo la intrincada personalidad de los personajes que, lejos de ser los héroes a los que el cómic clásico nos ha acostumbrado, poseen una patente humanidad –véase el apabullante caso de Rorschach-, característica arrolladora que imprime un carácter novedoso a esta historia. También destaca el lenguaje de los diálogos y la narración, que junto con la ilustración, establecen un tándem ideal para acercar al lector una idiosincrasia ciertamente particular, más madura que lúdica, por lo que podríamos decir que es un título dirigido a un público de claro corte juvenil o adulto.
Lejos de parecer un estúpido que relame su vana verborrea, decirles que, Watchmen merece la pena para quitarse esa espina clavada que muchos tienen con este género chico llamado tebeo.

miércoles, 21 de enero de 2009

Estaciones




Siempre me he preguntado por qué los curas no organizaron de un modo más práctico su mejor invento, el tiempo. Ya podían haber tomado parámetros más naturales y dejarse de horas, días, meses y años, porque aquí, como a todo hijo de vecino o mamífero que se precie, lo que nos modifica el carácter son las llamadas estaciones del año. Y es que los biorritmos son muy importantes, no sólo a la hora de sembrar cebollino, sino a la hora de tomar decisiones importantes para uno mismo. Unas épocas del año son favorables a la hora de aumentar el panículo adiposo, mientras que otras lo son más para perder esos kilos que nos sobran. Si usted quiere mudarse, le recomiendo que opte por la primavera o el otoño, y si se va a casar… ¡Ejem!… yo creo que cualquier época es mala (risas enlatadas).
Y es que, si cogemos un almanaque (cosa que todos hacemos con el comienzo del año) y vamos pasando los meses, irán sucediéndose imágenes en nuestra memoria… Con el otoño llegan los árboles tristes, la lluvia y la noche que nos apocan la vitalidad y aumentan las barrigas, más tarde arriba el señor invierno y su manto de frío y hielo que también nos recorre los pensamientos. La primavera ya es otra cosa, despierta no sólo la libido y las ganas de saltar, sino también los brotes y las flores, y para finalizar el verano, donde esa calma chicha y el sonido de los grillos nos acunan en un vaivén tranquilo.
Así que, con tres títulos sobre las estaciones del año: el arte de John Burningham (Las estaciones) y de Iela Mari (Las estaciones), la pluma de Roald Dahl (Mi año) y la sencillez y preciosismo de Un año en la granja –descatalogado, una lástima-, les dejo que piensen en este año que nos espera.

martes, 20 de enero de 2009

Entre enemigos anda el juego



Ya saben ustedes que un servidor evita, a toda a costa, pronunciarse sobre cualquier hecho en el que intervenga la política y que, si lo hago, prefiero que prime mi (subrayo este pronombre) sentido común. Hoy, rompiendo la tónica y porque el asunto me facilita la presentación de un libro, voy a explicar mis ideas sobre cierto tema de actualidad un tanto escabroso, por lo que les pido sean lo más comprensibles posible y respeten mi opinión.


Hace un par de semanas, saltaba la liebre (de nuevo) en Oriente Medio, me refiero al conflicto palestino-israelí, hecho que, además de suponer la muerte de seres humanos, ha abierto de nuevo una serie de brechas entre ambos pueblos. Por si no fuera poco, también constituye un duro golpe a la estabilidad internacional (diplomacia llaman a lo que yo denomino lucha de intereses). Pero lo más sucio que ha surgido a raíz de un tema como este, tan indeseable como desafortunado, es el tratamiento que, ciertos sectores de nuestro país, están dando del mismo.


Estoy más que harto (créanme) de tanta manipulación mediática y política sobre ciertos temas, por los que, supuestamente, luchan ciertos colectivos de diferente orientación, para escindir y dividir a la población de una Europa y España que debería estar unida para hacer frente a ciertas complicaciones con las que nos acecha el futuro próximo. Si además de esto, vemos cómo simpatizantes del apoyo a ciertas causas, se aborregan, cuestión que queda patente tras oír las mismas consignas que esgrimen todos ellos a modo de eco de los nuevos gurús del “buenismo” y el "fascismo", pues apaga y vámonos.


Y a lo que voy, mucho se ahorrarían los unos, los otros y los de más allá (o sea, nosotros, los españoles) si leyésemos. Y puesto que algunos no están por la labor de disfrutar con los Episodios nacionales o El Quijote, les recomiendo una obra que se lee en un santiamén y que, además, ilustra de un modo sencillo todo lo que recoge. El enemigo, de Davide Cali y Serge Bloch (autores de El hilo de la vida), es una apuesta por el entendimiento, por el individualismo frente el “borreguismo”, por el sentido común y por otra serie de valores y realidades, que a más de uno no le vendrían nada mal. Y para despedirme, unas líneas de este magnífico álbum-ilustrado…

No puedo ser yo el primero en abandonar la guerra, porque entonces él me mataría. Tiene que ser él quien abandone la guerra primero, y yo, en ese caso, no volvería a dispararle. Porque yo sí que soy un hombre. Si él mirase las estrellas, comprendería. Se comprenden muchas cosas mirando las estrellas.

lunes, 19 de enero de 2009

Bicentenario


Aunque cada día tiene sus efemérides, uno no puede dedicarse a ellas por entero, si no esto se parecería más a un libro de sucesos que a un espacio de libros. Pese a ello, hoy no he podido obviar una de las celebraciones literarias del año, festejada con todo tipo de actos a lo largo y ancho del mundo. Hoy, hace doscientos años, nació en Boston el mayor exponente del relato breve, Edgar Alan Poe. Así que, habrá que conmemorar…
La figura de Poe, siempre cargada de ciertas controversias, es la de un hombre poco usual. Ya desde su nacimiento apuntaba firmes promesas de disonancia… El hecho de ser huérfano, posteriormente adoptado, desarrollar un carácter fuerte, apasionado y tremendamente sufrido, o jugar con este o aquel vicio, son aspectos que, aunque rodeen a los hombres de la primera mitad del siglo XIX (mitad en la que se desarrollan sus cuarenta años de vida), hacen de Poe un individualista nato, liberal en pensamientos y hechos, tanto, que puede que acabaran con él.
De claro formación periodística, Poe desarrolla el relato como arma eficaz a la hora de mostrar la sociedad, su sociedad, tanto sus cuentos de corte “gótico” (todos conocemos El cuervo, aunque un servidor prefiere El corazón delator, mucho más inquietante) que tanto influirían sobre escritores como Oscar Wilde o Baudelaire, como sus narraciones críticas (siempre he tenido la sensación que Los crímenes de la calle Morgue se parecían más a una mofa del entramado policial que a un misterio irresoluble).
Creo que es un buen momento para leer a Edgar Alan Poe, además de porque es una figura emblemática dentro de la creación literaria (no podemos olvidar que hoy día, el relato breve tiene un auge y un amplio mercado), porque también es de esos autores que ha caído en el olvido –como tantos otros clásicos-. Así que, desempolven sus libros, acudan a las bibliotecas.
Les dejo con una frase del mismo Poe que encontré por estos mundos cibernéticos:

Mi vida a sido capricho, impulso, pasión, anhelo de la soledad, mofa de las cosas de este mundo; un honesto deseo de futuro.

viernes, 16 de enero de 2009

Invernal...


Si todavía no lo he comentado, les diré que soy un ser invernal. No sé por qué, pero teniendo en cuenta que el frío, bajo un gorro, la bufanda y un buen abrigo es sufrible y que, para hacerle frente al calor, la piel pone el último límite, sin lugar a dudas, prefiero un invierno a punto de congelación que un estío de lo más caluroso… Y para celebrar los carámbanos, el hielo, la nieve y otros fenómenos meteorológicos relacionados con esta estación del año, aquí les dejo con unas rimas….

Dijo un petirrojo: la primavera nunca llegará,
más nidos no he de construir.
Dijo un rosal: Tanta helada me destruirá,
mi savia no me ha de volver a nutrir.
La Media Luna dijo: La noche es algo tan largo, lento,
que no quiero crecer ni menguar.
El Océano dijo: Hace mucho que estoy sediento
pues los ríos de la tierra son un erial.
Pero vino la primavera y construyó el petirrojo,
y en su garganta vibró un canto de amor.
Se marchó la escarcha, y el color rojo
vistió la savia de tallo, hoja y flor.
Brilló la Luna. El océano el sol bebió,
y si su azul rizó, su sed nunca apagó.

Christina Rossetti
Un soneto invernal.
En: Harold Bloom.
Relatos y poemas para niños extremadamente inteligentes de todas las edades.
2003. Barcelona: Anagrama.

jueves, 15 de enero de 2009

Cómic galo


Aunque muchos gabachos se empeñen en defender la figura del galo más famoso del mundo, mi queridísimo Asterix, como el ejemplo patrio de la nación vecina, siento decepcionarles y afirmar rotundamente que no pueden pretender tal cosa. Asterix es mucho más. Y no vayan a pensar que lo digo sin conocimiento de causa… Al cumplir los quince años, con arrojó y buena disposición, me enrolé en una expedición a Francia, aunque también es cierto que, en vez de conocer la Bretaña francesa, me dirigí más al sur, a la región de Ródano-Alpes. De todos modos, los franceses actuales, no son como los de hace unos cuantos siglos…
Las hazañas de Asterix me han encandilado desde bien chico. Ese rubio bigotudo con buen humor y disposición para todo, uno de los últimos habitantes de la pequeña aldea armoricana, último bastión galo de la lucha frente al Imperio Romano. Heredero del orgullo de Vercingetorix, Asterix, siempre va acompañado de su inseparable amigo Obelix, un bonachón que adora el jabalí asado y los pantalones de rayas verticales. El trío lo completa Idefix, el acompañante canino de Obelix. Además de estos tres elementos principales, “la aldea de los locos” –así la conocen a lo largo y ancho de todo el orbe terrestre-, está habitada por el druida Panoramix, el jefe Abraracurcix, el bardo Aseguranceturix, el cascarrabias Edadepiedrix y un sinfín de personajes más.
Desde que en 1961 se publicase el primer álbum de las aventuras de Asterix (Asterix el galo), René Goscinny y Albert Uderzo idearon más de una treintena de cómics, con los que nos han hecho disfrutar a muchas generaciones de seguidores y fanáticos de sus peripecias. Y por nombrar algunos de los mejores títulos, les aconsejo La vuelta a la Galia, Asterix legionario, Asterix en Córcega, La hoz de oro y Asterix y Cleopatra. Y va que chuta.

miércoles, 14 de enero de 2009

Ediciones y aspecto exterior


Me río un poco de aquellos que, o por pura hipocresía, o por ganarse el cielo, exclaman a los cuatro puntos cardinales que la belleza, el aspecto, la apariencia o como quieran llamarlo, no les interesa lo más mínimo. Y es que claro, esta sociedad de la imagen nos hace creer en la superficialidad y así, no se puede… (noten mi ironía). En fin, que además de la violencia de género (no sé qué tipo de mentecato habrá acuñado este término: de por sí, la violencia ya es detestable, ¿alguien encuentra algún sentido a su clasificación y taxonomía?), la anorexia y demás trastornos alimenticios de origen psicológico, el acoso escolar, el acoso laboral, el acoso sexual (todos ellos conocidos hace un tiempo como “pute-arte”) y otras trepanaciones colectivas, el mundo de la imagen tiene la culpa del paro y demás afecciones nacionales.
Y hablando de libros, que es lo que nos toca, también el aspecto, la imagen y las ediciones tienen su parte de culpa a la hora de la elección.
Hace poco una de mis fans “blogueras”, Miriam, me pedía consejo sobre una edición elegante de El último mohicano (reseñado en este espacio hace unas semanas) y antes de sufrir un ataque de risa nerviosa le respondí que desconocía su existencia y que si daba con alguna, me pondría en contacto con ella. Y es que la culpa de que muchas obras canónicas no tengan la acogida esperada se debe a la labor editorial, que no se plantea en ningún momento hacer un lavado de cara a las ediciones obsoletas e ilegibles de muchos títulos clásicos. Y aunque digan lo contrario, yo sigo con mi “tole-tole”: hallábame una tarde de noviembre por uno de esos lugares conocidos como “biblioteca” deambulando entre estanterías, cuando di con un libro que me llamó la atención… El velo alzado… George Eliot (para quién no lo sepa le diré que es el pseudónimo de una de las mejores novelistas inglesas, por no decir la mejor, Mary Ann Evans -¡Feministas del mundo! ¡Aquí hay otra gran mujer!). De tapa blanda y tamaño de libro de bolsillo (adviértanse dos características que abaratan bastante la edición), descubrí un relato de gran belleza y un lenguaje exquisito. Por supuesto que no podemos compararlo con Middlemarch, pero sí creo que es una buena forma de que los adolescentes se familiaricen con autores clásicos.
Así que, lo dicho: libro bien editado es bienhallado.

martes, 13 de enero de 2009

Viviendas


A veces digo que, aunque las hipotecas estén por las nubes, siempre nos quedará la revisión. Y es que el Euribor y los tipos de interés están dando algunas alegrías a muchos que han vivido entrampados hasta la fecha. Ya dicen que no hay mal que por bien no venga… Eso sí, si baja la hipoteca y por parados, no tenemos con que abonarla, nos comemos un mojón (y eso que me había prometido cierta suavidad…). Aunque bien mirado, si tenemos en cuenta la tipología de los hogares españoles, nos entran ganas de llorar: que si varias columnas en medio del salón (si al menos fuesen de orden jónico…), hay que entrar de canto en la cocina, el único rayo de luz –que no de sol- que penetra en toda la casa procede de la planta de energía nuclear con la que compartimos el patio de luces, no soporto las ventosidades del vecino del sexto (cuatro plantas por encima de mí), etcétera, etcétera.
Vamos, que la vivienda española sigue, además de cara, jodiendo.
Hablando de cemento y ladrillos he de advertirles que una de las novedades de esta temporada literaria otoño-invierno va de eso, de casas. La casa mas grande del mundo (¡cuánto me alegro de que las obras de Leo Lionni sigan editándose en este país!) es la historia de un caracol que desea una casa enorme, gigantesca, anhelo que se ve cumplido pero que a la larga le acarreará ciertos problemas. Y ahora la crítica (¡qué odiosos somos!)… Aunque es una historia con mensaje, muy cercana a la idiosincrasia que recoge Lionni en sus demás obras, no es de las mejores, e incluso podría decirse que son las ilustraciones, de corte realista y vivaz (les confieso que me quedé perplejo con la última ilustración donde, de un golpe de vista, están ilustrados los grupos principales de plantas: musgos, helechos, equisetos, gimnospermas y angiospermas, cosa que para cualquier botánico es una delicia), las que soportan enteramente el peso narrativo.
Y esperemos que la crisis del ladrillo no nos deje en la calle...

lunes, 12 de enero de 2009

Monstruos españoles


Entre mis recuerdos de la infancia, guardo algunos referidos a los cuentos populares de mi tierra. No es que mi familia se dedique a emular a los hermanos Grimm, pero sí tenemos afición por adquirir publicaciones de índole local/provincial, entre las que contamos con ciertos libros de cuentos populares albaceteños, incluso uno de ellos reúne versiones en cómic de estas narraciones… Recuerdo que pasaba página tras página, cuento tras cuento, buscando similitudes entre las historias, pequeñas variaciones en los relatos, en aquellas palabras recogidas de la tradición oral.
A muchos les puede parecer una tarea vana, pero lo cierto es que las grandes colecciones de cuentos populares se hicieron así, recorriendo tortuosos caminos escondidos en las sierras, llamando de puerta en puerta, apuntando las palabras viejas que iba moldeando el tiempo, todos ellos quehaceres propios de la antropología cultural y la etnología.
Por lo que se comenta en las librerías y otros centros bibliófilos, uno de los primeros puestos sobre el podium de “los libros más vendidos” durante las pasadas navidades, lo ostenta el Libro de los monstruos españoles (Ana Cristina Herreros, editorial Siruela), y como bienmandado que soy (por ustedes lo que haga falta), fui a la caza del mismo, y lo cierto es que me costó dar con él… Aunque de gran formato, el libro no es muy ambicioso, pero sí bastante correcto (me esperaba una profundización mayor en esto de la “monstruosidad” literaria española, quizá más académica, pero a falta de pan…). La autora sigue un esquema sencillo en el que, acompañada de las ilustraciones de Jesús Gabán, realiza una descripción de cada monstruo a la que le sigue un par de cuentos escogidos de modo ilustrativo.
Para despedirme, atreverme a recomendarlo, porque me temo que detrás del mismo hay una dura labor de documentación que no le viene nada mal a todos los maestros y padres de este país. ¡Y que vivan los monstruos!

viernes, 9 de enero de 2009

Versos corporales


Hace un par de semanas que, entre fiestas y celebraciones (no sé para qué… al final nos hemos quedado sin un céntimo… ¡Por fin voy a saber qué es eso de la cuesta de enero que tanto asustaba a Carpanta!), no les he regalado eso que algunos llamamos poesía. Así que, mientras me acompaña la música de Mercedes Sosa, me he decantado por unas rimas que forman parte de una antología de poesía infantil sudamericana, Hago de voz un cuerpo, una fabulosa oportunidad de enseñar las partes de nuestro organismo a los más pequeños. Buen fin de semana.

Asilo de moco seco,
manantial del moco aguado.

Un pañuelo desdoblado
limpia bien el recoveco;

al sonarse se oye el eco
de un agujero infinito.

Helipuerto del mosquito,
tobogán de las hormigas

que resbalan sus barrigas
con un jubiloso grito.

La comezón baila loca
cuando rezumba la abeja;

nuestra nariz no es oreja,
está arriba de la boca.

Con este dedo se toca
alguno de sus senderos,

los mocos son caballeros
que al salir lucen felices:

no son dos nuestras narices,
sí son dos sus agujeros.

Eduardo Lagagne
Una nariz pegada.
En: Hago de voz un cuerpo.
2007. México: FCE

jueves, 8 de enero de 2009

Vampiros



Y como estamos de dedicatorias, esta va para Rosa, la autora vampírica seguidora de este blog

Tras el éxito arrollador, no sólo de la película, sino también del libro Crepúsculo (Stephenie Meyer), me creo en la obligación de hacer una valoración sobre el mismo, para ello me valdré de una serie de anécdotas. Y así comienzo esta disertación:
Cierta mañana, andaba un servidor por la biblioteca, cuando, mientras charlaba con las señoras bibliotecarias, las nuevas adquisiciones llamaron mi atención. Ante la pila de volúmenes de novela rosa que contemplaba, no pude más que indignarme –me salió la vena progre, perdónenme-. ¿Tanto gasto del dinero público en esto? Pregunté airado. Ellas, las trabajadoras, me hicieron notar que la novela rosa es un género de lo más leído, prueba de ello es la fortuna de Danielle Steel o de nuestra gloria nacional, Corín Tellado. Así que, cerré el pico, que también hay que saber hacerlo cuando toca ya que, si lo que intentamos es formar lectores, ¿qué más da lo que lean mientras lo hagan? Al menos van a la biblioteca, que es lo que interesa… Y es que a todos nos va el morbo y las escenas tórridas envueltas en compota, sobre todo a los adolescentes, lectores potenciales de la citada novela juvenil de la que hoy hablamos, Crepúsculo. Tras mis pesquisas me dirigí a una librería y comencé a leer (en las librerías también se lee) y créanme cuando les digo que no sé cómo no vomité ante ese despliegue de fácil verborrea y metáforas regadas de complementos erótico-festivos. Ya está dicho todo. Me alegro de que la novela haya sido un buen comienzo para esos lectores dormidos, que se han zampado, no sólo las páginas del tocho inicial de la saga, sino las miles que continúan la historia en los siguientes volúmenes, pero la verdad sea dicha: las novelas rosas con vampiros incluidos, a pesar de causar furor entre las quinceañeras, no son recomendadas para la salud mental.
Y les digo una cosa, si quieren un buen libro de literatura infantil y juvenil sobre los descendientes de Vlad Draculea, decántense, o por las aventuras de Rüdiger, Antón y Anna en El pequeño vampiro (Angela Sommer-Bodenburg), que aunque no sean tan subidas de tono, son más sinceras y cercanas -por lo menos para mí-, o por la obra maestra de Bram Stoker e inicio de todas las demás secuelas vampíricas, Drácula.

miércoles, 7 de enero de 2009

Hablemos de la LIJ 2.0


Dedicado a José Rovira Collado

Entrando de lleno en este año 2009 (no sé que tal se portará conmigo, espero que, como mínimo, transcurra como el que acabamos de aparcar), creo que se hace necesario hacer una breve reflexión sobre la repercusión que la Web o Red Social (2.0 para algunos) está teniendo sobre la Literatura Infantil y Juvenil.
Actualmente, consideramos Internet como ese gran espacio donde tiene cabida la mayor parte de la información, pseudo-realidad que nos hace pensar que cualquiera tiene acceso a ésta, de ahí que todas las opiniones y pensamientos, por el mero hecho de ubicarse dentro de esta –digámoslo suavemente- entelequia, se validan rápidamente.
Aunque esta opinión es la generalizada, tras mucho utilizar esta herramienta, uno suele percatarse de que esto no es cierto ya que, refiriéndose a parcelas del saber más concretas, véanse por ejemplo las disciplinas científicas, este entramado de libre información está casi vacío, muchas veces encontrándose blindado al usuario no familiarizado con estas plataformas de conocimiento especializado. En pocas palabras, las áreas específicas y sus contenidos siguen inaccesibles al ciudadano medio o final, tanto en la Red, como fuera de esta.
Pese a ello, la Red aporta una mayor visibilidad a campos que antes parecían ocultos bajo la sombra de otras áreas de estudio más generalizado. Este es el caso de la LIJ, género literario que ha visto favorecido su estudio y desarrollo gracias a la Web social.
La Web Social para la LIJ, no es sino el simple reflejo de un engranaje ya existente en el cual, las piezas que lo configuran y configuraban siguen “in situ” y son exactamente las mismas: los mismos individuos con las mismas aficiones y pasiones que utilizan este nuevo entramado cibernético como un megáfono que aumenta la intensidad, que hace reverberar los avisos y llamadas, que ayuda a la propagación de una pasión compartida, pero que en pocos casos amplía la magnitud de la señal informacional.
Sucede igualmente con la calidad de estas aportaciones. Excepto ciertas publicaciones on-line especializadas cuyo acceso queda restringido por cierto montante monetario, son pocos los ejemplos de aportaciones notables y artículos de mención sobre la LIJ, que dependen exclusivamente, y en la mayoría de los casos, del altruismo de autores desconocidos que brindan sus conocimientos en blogs y foros de opinión. Es cierto que abundan innumerables sitios donde abundan todo tipo de reseñas y recomendaciones literarias, pero no son tantos los espacios donde se recojan buenos estudios y artículos de investigación bien fundamentados. Por mencionar un hecho sorprendente, en la Wikipedia, herramienta de uso generalizado entre la población educativa de todo el Globo, las referencias a los autores de LIJ y sus obras, son mínimas.
Cierto es que esta Web Social viste pañales todavía y que, paulatinamente, su diseño irá ampliándose y creciendo, ayudando de este modo al desarrollo de los diferentes campos técnicos y su acercamiento global a la Sociedad.

lunes, 5 de enero de 2009

De cine, cultura y otras maldades


La semana pasada, dado este periodo vacacional que disfruto (¿o sufro?) acudí al cine a alimentarme del séptimo arte (aunque últimamente está bastante difícil, tanto por el precio, como por la calidad de las películas, hay que reconocerlo), de la mano de Clint Eastwood y su obra El intercambio. La recomiendo enormemente. Es un filme sencillo, sin pretensiones, que desarrolla una historia un tanto escabrosa y que, pudiendo caer fácilmente en el filme lacrimógeno, no lo hace resolviendo bien la trama. Aún así les digo, que si esperan encontrarse con uno de esos bonitos finales azucarados, olvídense. Además del argumento, Eastwood realiza una crítica durísima hacia el poder y la corrupción (como ya nos tiene acostumbrados), y sopesando de nuevo el valor y la integridad del entramado social, del individuo de a pie. Clint sigue creyendo en la sociedad civil. Siento decepcionarles pero un servidor no comparte esa postura. La realidad que percibo es otra.
Vivo en un país mediocre (eso no cambia nada: es mi país, mi patria), atestado de servilismo político, donde se encasilla y se juzga a diestro y siniestro, terruño de analfabetos dedicados al pillaje indigno en el que todo vale. Este país, prolífico en eruditos de mírame-y-no-me-toques, faltos de vergüenza, humildad y sobre todo liberalismo, va y viene como el Guadiana, y es que, mamando a este o al otro (como tiene que ser, que para eso somos españoles), es lo que se consigue: un día arriba y al siguiente abajo. En fin, España, ese país donde la sociedad civil está más vendida que esos politicastros hambrientos de tres al cuarto por lo que, lo más que podemos esperar es que esa misma sociedad civil nos eche la soga al cuello.
Y les sugiero una cosa, gástense algo de la buchaca y vayan a disfrutar del papel de la Angelina Jolie, y luego discutiremos de lo que hubiese pasado si la película hubiera acontecido en este país: en vez del culpable, con toda probabilidad la ahorcada hubiese sido la señora Collins.

Nota: Imagen de Edward Hopper (desconozco el título)... Recuérdenlo a la hora de ver la película

viernes, 2 de enero de 2009

Primera recomendación del 2009



De un tiempo a esta parte ando embarcado en asuntos pictóricos, más todavía desde el año nuevo... No tengo la intención de que mis obras decoren las paredes del Prado, pero bien podrían ampliar el horizonte que dibujan los muros de mi casa, y así llenarlos de poesía, aunque esta sea puramente visual. Intento (en vano, todo hay que decirlo) trabajar con técnicas mixtas, que si acrílico, acuarela, collage,…., pero nada, no hay nada que hacer, la inspiración me ha abandonado tras la resaca. Así que, hasta que regrese, les recomendaré un libro que, además de para darles un poco la tabarra, es a lo que me dedico en este espacio.
El título al que hoy dedico mis loas es Cuentos de la periferia, otro de los fabulosos álbumes ilustrados a los que nos ha acostumbrado la creatividad ilimitada de Shaun Tan. Publicada en la que se ha convertido su editorial, Barbara-Fiore, tenemos esta última obra del autor australiano de ascendencia japonesa. Se podría decir que es una compilación de relatos breves, dueños de lo absurdo, el sinsentido o surrealismo, aspecto que denota la faceta como ilustrador de cómic de ciencia-ficción del autor. Si lo extraño de sus narraciones nos traslada a mundos paralelos, también busca el sentido de lo cotidiano, lo diario en nuestras vidas. Sé muy bien que están esperando que me decida por alguna de estas historias, y para no defraudarles les comento que, aunque casi todas tienen algo especial, he elegido dos. La primera es Una lluvia lejana, un hermoso alegato sobre los versos que olvidamos por todas partes, los poemas que se pierden entre el polvo, y el segundo es Ningún otro país, donde el autor hace hincapié en lo importante de la búsqueda de lo desconocido, de quebrantar las invisibles cadenas que nos atan a una realidad aburrida y monótona… Al menos, así las interpreto yo… ¿Alguien se anima a aportar sus impresiones? Gracias de antemano.