martes, 4 de noviembre de 2008

Peces, mariscos y otras delicatessen



Según se comenta entre los mariscadores, en las lonjas y algunas cofradías de pescadores, esta navidad nos vamos a atiborrar de pescado y marisco barato, aunque no sé si creérmelo… ¡Ojalá fuese cierto!... Y es que tengo en la panza un deseo: reventar a base de mejillones y carabineros (estos últimos no los he catado jamás). También les digo que si me ponen un besugo al horno, tampoco le hago ascos… pero bueno, si en vez de todo esto me tengo que conformar con unas sardinas saladas y tortilla española, no voy a llorar, se lo aseguro… que a engullir no me gana nadie. Dado lo marino de esta disquisición de hoy, qué menos que hablar de dos títulos cincelados a base de pescado. 


El primero pertenece a un peso pesado del álbum infantil , Eric Carle, del que hablaré en más de una ocasión (no lo había mencionado hasta ahora, cuestión imperdonable). El autor de La pequeña oruga glotona, best-seller donde los haya, se embarca esta vez en una historia con mucha miga, pues Don Caballito de Mar, un libro editado por Kókinos, es bastante redondo. Engancha en la primera lectura (A mí y a cualquier niño. Éxito asegurado. Corroborado, créanme).  



Si bien es cierto que es un álbum muy utilizado como "libro de valores" por tratar los estereotipos maternos-paternos desde el prisma de la crianza (ya saben que los machos de los caballitos de mar son los encargados de cuidar los huevos y a los alevines), el autor introduce el juego del descubrimiento haciendo referencia a los mecanismos de camuflaje de algunas especies de peces y ayudádose de unas páginas de acetato impresas. Es así como, atraídos por el colorido de sus ilustraciones y las líneas angulosas y sencillas de las figuras, los primeros lectores se sienten irremediablemente atraídos por una historia con mucha calidad donde, tomando como excusa realidades etológicas, se vislumbra una aire cotidiano y divertido. 


Mi segunda sugerencia se trata de una reedición (los clásicos son los clásicos) de uno de los títulos de Leo Lionni, Nadarín (Kalandraka). Nadarín es un paseo por los fondos marinos. Algas, medusas, anémonas y langostas acompañan a Nadarín en la búsqueda de una solución para que los peces grandes no acaben ni con él ni con su especie. Si a eso añadimos que él es la oveja negra de su especie acuática, un chico con color diferente que nada más rápido que los demás, la fábula tiene una lectura doble (o triple o cuádruple, que con el álbum nunca se sabe...). 



Si bien es cierto que es uno de los pocos álbumes ilustrados donde Lionni se aparta de sus característicos collages para trabajar con la acuarela y las técnicas de estampación (hay dobles páginas deliciosas), el autor sigue en la línea de otros títulos como Frederick o Pequeño azul, pequeño amarillo, en los que prefiere alejarse de la moralina explícita y jugar con las formas y las composiciones para adentrarse en un texto enriquecido donde cada lector puede buscar lo que más le gusta/interesa. 


Un par de buenos ejemplos de libros con enjundia, sencillos y muy efectivos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Y eso? ¿Cómo es que vamos a poder marisco? Me has dado un alegrón...