martes, 12 de agosto de 2008

Lecturas veraniegas "sinsentido"


En verano, de vez en cuando, hay que leer, aunque sólo sean esos papelones gigantescos de publicidad que nos remiten las grandes superficies en su afán por convencernos de que esta crisis económica es una milonga más, así que leer, leemos, aunque sólo sean invitaciones como: ¡Bienvenidos a las rebajas! o ¡Gaste menos y compre más!, dos consignas que se unen a otras tantas como ¡Váyase de vacaciones! o ¡Ahorre en su cesta diaria comprando conejo!... Pero, si no fuera por esta publicidad tan propagandística, ¿qué sería de los esos lectores un tanto aviesos que se limitan a leer lo que las pancartas de los aeroplanos colocan en el cielo de la primera línea de playa?... En fin… dejémoslo ahí.
Otros, leemos otras cosas: listados de interminables de nombres y códigos indescifrables, esquelas veraniegas un tanto tristes, carteles de los festivales que llenan los rincones de la geografía española,… leemos hasta libros. Ayer, sin ir más lejos, me leí uno. El título no es muy prometedor, pero la verdad es que, dentro de este panorama nada halagüeño de caras perrunas y tristes expectativas, se agradecen las historias de El pequeño señor Paul. Este título del autor Martin Baltscheit, lanzado al mercado editorial por Anaya este año 2008, es capaz de sacarnos muchas sonrisas y alguna que otra carcajada a través de las mínimas historias de su pequeño y especial protagonista, el señor Paul. Un claro ejemplo de la literatura del sinsentido (nonsense para los anglosajones) que, aunque en ciertos aspectos cojea narrativamente, es capaz de transformar un día malo en un día bueno, eso sí, para conseguir tal efecto, le recomiendo leerlo en su banco favorito del parque, junto a la luz del verano y unos niños jugando.
P.S.: “El comienzo, delicioso” Amparo dixit.

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